Las mujeres somos fuertes, intensas y siempre estamos en constante movimiento, aun así según reportes del 2018 de la Organización de las Naciones Unidas el 19% de las mujeres y niñas de entre 15 y 49 años de edad experimentaron violencia física o sexual por parte del sexo opuesto. A pesar de los esfuerzos feministas que se han hecho por la igualdad de género todavía falta mucho por hacer sobre todo con nosotras mismas ya que pareciera que en lugar de exigir igualdad de género estamos entrando en el juego de la lucha de poderes para demostrar cual realmente es el sexo fuerte y nos olvidamos de nuestra esencia «la feminidad» que nos hace diferentes a ellos y nos permite estar dentro de ese grupo tan único y maravilloso.
Hay mujeres que confunden el feminismo un movimiento político, cultural, económico y social que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, extinguir la dominación, la violencia física y verbal con la feminidad un conjunto de características físicas, espirituales y honorables que se consideran propias de la mujer.
La mala interpretación del feminismo ha hecho de la mujer un ser egoísta, en una lucha constante con el hombre, para disputar con él derechos que redunden sólo en beneficios materiales y no morales como lo exige así el movimiento; ha pretendido hacer del hogar y la maternidad cargas insoportables que ningún hombre podrá suplir porque a ellos les corresponde la paternidad, han catalogado la honestidad y caballerosidad en algo ridículo e incómodo y el conjunto de virtudes femeninas las han denominado como sentimentalismo absurdo. Tras este feminismo extremista se refugian muchas chicas amargadas, las sedientas de libertades y placeres negados a su sexo, otras incapaces de comprender las particularidades especiales de las mujeres como la ternura, la abnegación, sacrificio, comprensión y el afecto.
Por otra parte la feminidad mal entendida o llevada a la exageración, hace de la mujer una muñeca, dependiente y poco capaz de ocuparse de su vida, muchas otras se muestran vanidosas, altaneras y envidiosas. En esta feminidad se amparan las indecisas, las temerosas, las frívolas, las tontas y las egocéntricas.
Tanto el feminismo como la feminidad deben marchar en sincronía en tiempo, forma y a la misma velocidad para que de esta forma seamos mujeres capaces, que estudien y trabajen con fines de salir adelante, no mujeres dependientes incapaces de tomar sus propias decisiones, mujeres que busquen cultura con espíritu elevado y no con individualismos tendientes a suplantar al hombre y rehuir sus deberes morales, sino al contrario para realizarlos plenamente como compañeras del hombre y educadoras de sus hijos.
Ser una mujer independiente y libre es algo que ellos también valoran, les encanta la autonomía de las mujeres pero cuando nos mostramos soberbias tan solo por el hecho de ganar igual o mejor que ellos o cuando dejamos a un lado nuestra feminidad se les acaba el encanto; cada vez más hombres aceptan el nuevo rol de la mujer incluso ellos ayudan en las labores del hogar, poco a poco debemos encontrar el equilibrio para que todo fluya sin que tengamos que menospreciar o subestimar nuestro rol como mujeres.